28 de julio de 2017

love is our resistance




Porque te puedes enamorar de un precipicio al que nunca pensaste querías a caer; te encuentras en el borde del caos, dejando atrás los campos de flores y los domingos soleados, el fútbol que aunque no lo entiendas, te reconforta con sus narraciones y el bullicio de la gente a través de la pantalla, dándote cuenta que la gente que más te ama está junto a ti.


Nunca imaginaste que serías capaz de saltar el tiempo y engendrar nuevas perspectivas, encontrar secretos en lo más profundo de tu corazón y en lo más crudo de las demás entrañas. Entiendes que eres efímero, una eternidad que puede durar lo que un parpadeo. Los dolores de cabeza y el sueño más profundo te hacen su presa, desesperas en el fondo y ves todo tan lejos que no alcanzas ni a imaginar tocarlo.
Y de pronto te ves cayendo en el precipicio, recuerdas los cuentos, las canciones, los vestiditos y a tus primas jugando a ser grandes, laberintos de árboles por muros y zanjas que te tumban y tropiezan el esqueleto sin lograr hacerlo caer, pasteles de lodo y la guerrera color piel.

Recuerdas los acertijos porque tú los habías inventado, pero eran tan perfectos que incluso tú olvidaste cómo resolverlos.


Y ahora el laberinto se retuerce hasta formar una línea recta y te encuentras en el medio, avanzando con el miedo de que el medio hayase puesto trampas. Y justo antes de que el sol se esconda, estarás regocijándote porque habías decidido un sendero con un destino seguro, diferente a como lo había sido su camino.

13 de julio de 2017

TASAPAINO


Vi la espuma dentro de la batería y tuvo todo el sentido del mundo. Es material, rescátalo. Y estaba golpeando cristales con las yemas de los dedos, dibujando asteroides en infinitos vacíos que de lejos parecen humo.
Luego me di cuenta que había acabado de crear un planeta; me dejé ser tragado por las paredes color melón, un viaje de 360 segundos alrededor de los 360 grados de la Tierra. Entonces empecé a volverme fanático de los huesos, de los protones y de los sonidos que golpean cuerpos hasta atravesarlos y acariciarles la médula, volviéndolos poesía. El problema es que eso era muy cansado, y fuimos concluyendo ciclos al compás de las rosas, al nacer de los escondrijos y sus inquilinos invisibles.

El instinto habla de un miedo adquirido, de sus manos y regaños, los atardeceres de limón y los años que ansiaban por ser hora y parecerse a lo que habíamos estado deseando.
Vuelas adyacente a los acertijos, al pasado que se clava y desgarra lo que separa el ayer del mañana, ¿por qué no iba a querer ser la estrella de todos los futuros jamás posibles?, la que te ayuda a borrar las huellas que dejaste cuando ibas saliendo del infierno.

Luego el banquete tornasol que nacía de los dibujos del cemento, la madre vuelta piedra, impenetrable y fría. Escucho mi voz que se funde con la eternidad de las posibilidades, presas de un infinito que se repetirá hasta donde no cabe la razón

Y mi voz que madura
Y mi voz quemadura
Y mi bosque madura
Y mi voz quema dura

Perdón X., lo tenía que hacer.

No fue el tumulto ni el vaivén de los pulpejos,  el cuerpo vacío o el esqueleto carcomido por el ansia del ayer que desespera por inmiscuirse en los valles y veredas del cerebro para encontrar su latido, el potencial que habría de darle ritmo a sus cadenas y embarazarse una y otra vez de manos sosteniendo otras manos y de ojos frustrados por no ser capaces de conocer el sabor de unos labios.

Entonces ocurre, el espacio te aborta hacia él y te desintegras en un millón de estrellas, buscando alguna fuga para intentar encontrarse y volver a ser lo que alguna vez fueron.

Y el infinito se acaba, se pausan las repeticiones, anhelas el calor de aquellos brazos y encuentras el equilibrio mientras vas llegando a la matriz.

3 de julio de 2017

NAINEN


Y luego ser breves en la contradicción del tiempo que se tuerce y te culpa por haber negado al cielo.
Se amontonan los vacíos y te llenan el tórax de universos con reyes marchitos, héroes que se marchan y corazones que nunca aprendieron a latir.

Palpar la distancia, ansiar el esqueleto, la lluvia caótica, la saliva, el hambre, ser testigo de como se alinean los planetas, dejar ser cegado por las luces del norte, fogatas y bombones, cenizas que se amontonan y vuelven a ser lo que una vez fueron.

Y mañana el ansia no ha desaparecido, te exprime el sudor de las entrañas e irriga tus cavernas hasta ser diamantes sedientos por explorar otras cavernas y enamorarse de sus infinitos.
Entonces la carne se vuelve humo, se mezcla con los muros y te envuelve entero, te susurra, te canta, te ríe y llora el miedo de no merecer lo que estás sintiendo. Pasas tus manos por su cabello, ves el sol en sus ojos, descubres panacea en su cuello y de pronto ya son uno solo.
El universo nace, se expande, se contrae, muere y vuelve a nacer.

Y se repite.
Y se repite.
Y se repite.
Y se repite.
Y se repite.

Sientes que tal vez sea tu culpa. Sientes que los vacíos se amontonan y el tórax te reclama el espacio que debían ocupar los pulmones, el latido que debía tener tu universo con un rey, que aunque marchito, se volvería el héroe que jamás habrá de marcharse, con la misión de enseñarle a tu corazón como latir.

3 de enero de 2017

PÄSSI



Sigo teniendo miedo de no encontrar las palabras para explicarte esa avalancha que me ha estado sofocando.Tiene que ver con colores, sensaciones, un viaje de 90 años por el espacio, la voz más bonita que ha acariciado mis oídos y los labios más perfectos que han besado los míos. Sigo teniendo miedo de no encontrar las palabras, pero los espejos donde me he reflejado más transparente los encontré en sus ojos.No fue la música que compartimos, no fueros las películas, los libros ni Madrid; las coincidencias fueron insignificantes al compararlos con el domingo donde conocí ese rostro, de aros ataviado y lleno de selva naciente como la luna que estaba imaginando.

Fue como las veces cuando disfrutas tanto el ruido, sabiendo que al terminar seguirás disfrutando el silencio de la misma manera y todo va a estar bien, peleando por el día y los vacíos, desnudando las noches al ir descubriendo las ciudades, con el tecno oscuro y las ideas claras, mientras el corazón se acelera desesperado por sentir al universo sin bastarle las palabras, los latidos ni el humo, al comprender, por primera vez, la esencia del aliento y las pausas en la vida que te separan de todas las posibilidades donde habrías de encontrar la espalda donde dibujar los mapas de nuevos mundos.

Luego sientes un miedo distinto, un híbrido de plenitud y desconcierto te hace seguir navegando, sin saber donde embarcar, sin importarte el destino, dándole permiso al tiempo de seguirte sorprendiendo.

Y de pronto, crees haber encontrado todas las palabras que estabas buscando.

19 de diciembre de 2016

NAARASLEIJONA


Primero estaba perdido y azotado por las olas del océano, luego estaba subiendo una montaña en un vientre de acero, rodeado por bosques negros y gigantes de universos calcinantes.

Creí haber visto a anciano perdido en medio de la calle, la decadencia que luego se vuelve estándar, equipos y canciones de novecientos colores o un holograma de semillas y café de sabores infinitos.
El corazón olvida marchitarse y se perpetúa tan hermoso como se recuerda.

¿Qué tan grande te imaginas que puede ser el amor que te regala la luz de las estrellas y el aroma de la brisa del mar? Imagínate su inmensidad al regalarte la vida, el primer aliento, ese regalo eterno de imposibles dimensiones y una belleza tan grande que ninguna vida te bastará jamás para satisfacerla, condenado a una búsqueda infinita para intentar comprender su intensidad.

Pueden pasar cosas muy riesgosas en el viaje, pero al final habrás de ver los ojos que te aman mucho más de lo que podrías llegar a amar una puesta de sol en la playa cristalina, las luces del norte, el nacimiento de cualquier estrella o ser humano, el origen y el final de universo, o de ti mismo.

VUOHI


Ser tumulto, medicina para el caracol que debía convertirse en oído pero decidió quedarse a vivir en la orilla del mar. Luego la mentira intenta volverte su extensión, el árbol del que cuelgan los suicidas, la sangre eferveciendo como el refresco que ya no se antoja.
Hay quienes creen la vida se trata de tenerle miedo al cuerpo, un respeto que sucumbe al final de darle la vuelta al mundo y comprendemos que se trata de complacerle todos sus rincones. Luego hay quienes caminan laberintos oscuros donde la humedad sofoca pero excita, con el desconcierto de lo que habrá al darle la vuelta a las esquinas, porque esa ceguera duele y se amontona hasta explotar como una estrella blanca y tan pesada como innumerables soles.
Vidas que deambulan con la culpa del placer, cuyo miedo de encontrarlo les absuelve de cualquier pecado que pudiera inventarse, cazando cuerpos y coleccionando continentes, aprendiendo a que sabe hablar otras lenguas, y en la más sencilla e inexacta de las vicisitudes, te das cuenta que hay muchos tipos de cacerías. Hay quienes recorren el mundo cazando los atardeceres más irreales y las experiencias más inexploradas, dejando la cabeza explotar como aquella estrella, como la ansiedad que desaparece, los átomos llenos de magia, de vida en sus entrañas donde puedes imaginar como se alojan universos infinitos.

Ves tu mano caer y levantarse con arena, emulando su forma y su sentir, la neblina al amanecer que se vuelve parte de tus poros, de tus células y de tus partes; luego partes y repartes una espiga volando por los confines, por los cielos vastos y azules que te invitan a desear todo aquello escondido más allá de sus colores.
Y nosotros con los ojos ciegos porque tenemos la mente ajena a aquellos agujeros negros.


Hay viajes tan largos que permanecen vívidos en la memoria algunos años, pero hay viajes tan cortos que cuando uno regresa cree que apenas ha llegado. Es entonces cuando la vida se convierte en el viaje que estabas buscando.

1 de octubre de 2016

RAPU



Se preparaba una nueva oleada, de las que te envuelven poco a poco a la distancia, como una cobija de hormigas que de pronto te tiene cubierto hasta el cuello con sus minúsculas huellas, intentando escapar sin morir a carcajadas. Luego te encuentras en un laberinto de rostros conocidos, caricias nuevas, sentidos que habías olvidado que existían.

La carretera no estaba lista para despegarse aún del planeta. Fuimos capaces de ver las estrellas después de haber escapado a escondidas de la ciudad, con sus arañazos llamándonos infames y arrancando la oscuridad del cielo, su murmullo, sus banquetas y avenidas llenas de vacío.
Y de pronto ya empezaba a extrañarte.

No sabía como habría de respirar sin saber si estábamos respirando al mismo ritmo, como iba a imaginar tus ángulos si tan solo iba a encontrar bordes romos, curvas y laberintos sin tu esencia que habría de restarle grados y acertijos.
Como iba a saborear la música, el humo, los domingos en el centro y toda esa vida que solemos ansiar al caer la tarde, desnudándonos de la nostalgia por su inverosímil tangibilidad, siempre recordando que la vida no se toca.

Sabía que no podría dormir en cualquier cama vacía de ti, por la costumbre de tenerte tan cerca y abrazarte sintiéndome completo, exento de cualquier deseo terrenal.


Una vez leí que todas las miradas terminan en una estrella y que por eso todos somos el centro del universo. Podemos estar formados de teóricas espumas y a la vez, ser parte de una teórica espuma que al unirse con otras, está repitiendo nuestra historia desde siempre y para siempre.

26 de julio de 2016

NUOLI



En un país donde está prohibido taparse un ojo con la mano adversa, dos niños hacen fábulas de cristal sobre animales y ciruelas en el cobijo de un árbol incierto.
Siempre han sabido que está prohibido taparse un ojo con la mano adversa. La ley dice izquierda a izquierdo y derecha a derecho. Jamás hayasen de centrifugar los enigmas. Jamás hayasen de tapar el ojo derecho con la mano izquierda ni el ojo izquierdo con la mano derecha.

Yo no regalo tiempo, regalo experiencias - dice uno. 
Puntos de almibar que se acumulan y congelan - dice otro. 
Izquierda a izquierdo y derecha a derecho. La perfecta simetría de los miedos que les priva la libertad de la ignominia.

¿Cómo es que podemos reconocer rostros e identificar el ruido de la anguista? – pregunta uno.
Es la violencia que se lanza a mordidas queriendo arrancarle el aire al pecho – responde otro.

Ya ni los vocablos se amontonan, los segundos que se vuelcan ni aquel humano con potencial de la esquina.

Unas bestias están bailando frente a las filas y te das cuenta que todo es parte de la misma mentira, esa música vacía, las cuerdas que desesperan por salir vibrando con locura al romperte el cráneo y fusionarse con la desventura negra de la habitación de piedra.

Luego ya nada tiene sentido, el blanco se vuelve presa de la imprecisión en tu cabeza y tapas tu ojo izquierdo con tu mano derecha y alguien frente a ti tapa su ojo derecho con su mano izquierda. Y ya no tienes miedo.

KALASTAA



Me arrancaste del suelo como violando una flor para arrebatarle el mundo. Mientras predecía el caos que se avecinaba, me fuiste reconstruyendo pieza por pieza con tus dedos. El aire venía de oriente y tus ojos lo forzaban a entrar en los míos. Rojos de humo, atentos a la espera del cataclismo, la religión que se entiende con la ciencia, la conciencia desabrida del hábito lleno de esperma, un dogma que no se cansa de nutrirle magia al niño.

Miré al cielo y seguías caminando en la atmósfera, como violando al mundo que inventaste en mi cuerpo con los poros llenos de alfileres, los puentes rotos, la verdad que creíste mentira y todos los años en los que te vi desparecer incontables veces.

Tal vez olvidé la sencillez de los días, pero me arrebataron el aire tus pulpejos de poesía. Creí que la locura bastaría para perpetuarte el arte en la osadía, mientras una revolución de padeceres se apoderaban de mi cuerpo y olvidaba como sentir el frío. Me volví espeluznante e infinito, llenándome el pecho de vacíos e interminables laberintos. Una cabeza quería explotar, también la otra, hacer erupción en tus volcanes marchitos, ser vorágine, fantasma de esqueleto para ganarle una carrera a la luz y entrañarte esa velocidad en el alma que se apaga cuando muere de miedo.


Nunca he creído ser el más simétrico de los sonetos, pero puedo escribirte un cielo lleno de todo lo que siempre has querido imaginar.

4 de julio de 2016

VALTAMERI



Ya llegué amor, la columna se volvió un desorden de ansiedad que titila viejo a la sombra del pasado.
En la red de noches donde eres presa, el agua se transforma en aire y pretende sentir el infinito. De pronto las nutrias ya no bastan, ni los semáforos, ni la desnudez vestida de amargura destrozando el alba roja.
En el fondo está el misterio de una esponja verde, el acuario donde los peces son de poesía, con relámpagos en sus corazones que los hacen latir al mismo tiempo.

La noche respira, se quita las espinas de la espalda y suplica, llora y canta, hacen erupción los volcanes más precisos, se inventan más teorías, se crean nuevos dioses y una virgen martiriza el brillo de la penumbra enmohecida, así como sacudes los pies que húmedos te caminan.

Entonces comprendemos lo absoluto, la fascinación que no se olvida. Vemos como una canción atraviesa el universo y regresa para irse de nuevo. Hay sonidos centrifugando el esqueleto, haciendo metáforas con la reina de corazones que por la herida del tiempo escapa.


Ya llegué amor, cobijo tus manos y la noche se resuelve como una emanación de agua; tu risa se convierte en río, me olvido del frío y entonces, sonrío.