Mojarte la frente podría bastarme, pero se arrebata en celo
una bestia transparente y húmeda, como una constelación de hormigas dibujando
el cielo en tus pestañas, desfragmentando el oxígeno hasta una teoría que
aceptamos en el intestino.
Siento tu corazón latir por debajo de mi ropa.
Saboreo el enigma del lazo que te une a los mundos que inventamos. Palpo el
ardor de tu marea cayéndonos encima, recordamos el aroma de la escala de grises
que nos llevaba al cielo, nos daba vueltas y nos dejaba olvidados en la mugre
de las sábanas, de colores repartidos y de calores sublimados.
Volvemos a sentir todo al mismo tiempo mientras lloro tus
lágrimas, río tu risa y nadamos en el río frío de la brisa que aprendió a
recoger el rostro de las almas hechas trizas.
Y no me basta.
Tal vez secarte la frente podría bastarme, pero ser
la razón de la humedad que la besa y empolva es mejor que aprender a definir cualquier galaxia.
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