Ya no voy a pretender que tus andanzas fascinan a las mías, que me alborotan la piel de las manos o me vencen la fuerza del mediastino.
Ya no.
Tampoco voy a creer en el hasta luego que inventamos en cada cielo que se escribe, en cada noche que se vuelve verso, en cada beso que se vuelve prosa.
En cada fosa que se vuelve mar.
En cada par que se vuelve acierto.
En cada desierto que se vuelve niño.
En cada nido que se vuelve ave.
En cada nave que se vuelve humo.
En cada zumo que se vuelve fruta y regresa al camino de los ayeres sin nacer, de los ayeres sin saber, de los ayeres sin más ayer, sin saber si quiera que nunca fueron, que nunca durmieron en el lecho de su madre, que nunca despertaron al terror de la madrugada ni los salvaron las cobijas, bajo el exquisito mundo con el que los inocentes sueñan.
Ya no.
El vergel llano de la cordura, el hilo que suspende un aliento, la manía de los años que no sienten, el llanto de espinas, la música y el amor que desespera.
Voy a sacrificarlos todos y creer que existes en lo intrincado de mis sueños.
A veces los sacrificios son causa del instinto de supervivencia inconsciente. Sigue escribiendo. Un abrazo desde Mty ;)
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