Puedo permanecer horas mirando a un vacío en el que no te encuentro.
A veces nos duele la ansiedad en el pecho, en los cabellos o en algún diente, y ahí se puede encontrar el vacío; hay quienes lo encuentran en el frío, en la tinta de una pluma que está por acabarse, en la pluma de un pájaro que está por elevarse, en el pájaro de un cuento que está por encontrarse, en el cuento de un hombre que está por entregarse, en el hombre de un mundo que está por esfumarse. En la tierra, en la espuma de la coca-cola o en las cenizas de la nave enverdecida, enlucielavismada con el fuego de una noche tornasol.
El vacío puede ser muchas cosas, muchas caras y muchas veces, mucha gente.
Por ejemplo, yo encuentro el vacío en una habitación donde no te siento.
Y es que puedo permanecer mirando a ese vacío, sin dolerme la ansiedad si te imagino en él. Y de pronto te siento en el pecho, en los cabellos y en algún diente. Así pierdo el vacío al sentirte en la cama.
Y vacío la sangre de tu ausencia, ensucio la imaginación en la que no estamos y salgo a la calle gritando tu nombre y mi voz atraviesa la ciudad y perfora la noche y lactan las estrellas del frío. Luego te encuentro, me doy cuenta del mundo y la elocuencia de tus manos me hace eterno.
Luego ya no necesito quedarme esperando, porque sin desnudar la habitación, ahí te encuentro, conmigo.
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