Tantos que somos necios

Es como cuando te preguntas cuantos silencios caben entre la primera vez y el te amo que define, sin saber si quiera como hacerle para no caer en la noche triste donde solo existe el ruido sin sentido, sin sentir siquiera la rabia por querer amar un día.

Puede que quepan tantos como caben gotas de sudor entre las manos inocentes, como la respiración pausada entre la ropa y el orgasmo, pero no importa si al amanecer persiste el palpitar inducido por el otro palpitar, por el sabor a chocolate o un celular sin saldo para contestar mensajes.

Hay personas que existen sin saberlo, pero se que existes y que andas buscándome sin querer; te han de haber dicho que en algún lugar te espera un loco que te delira, que te escribe sin saberte, porque para cada loco existe un coco y para cada coco hay un pétalo que lo parte, como al mar en tiempos bíblicos que no se si existen, pero me basta con saber que existes tú aunque no sepas, y que andes por ahí sin tener idea que me estás buscando.

Puede que seas el silencio antes del te amo, el sudor de las manos llenas de inocencia, los minutos que le siguen al amanecer o los minutos antes de la primera estrella, o todo al mismo tiempo, porque eres las cosas, eres la esencia del mundo. Eres el mundo y puedes ser tan simple como el aire que se cuela.

Andar así, buscando sin saber, pero sabiendo que hay unas manos y unos labios ansiosos de tocarte y de probarte la anatomía, es un poema que desespera por hablar de tus noches con su artista.

Es como cuando te preguntas si en realidad existimos y si estamos cerca, y si algún día nos vamos a encontrar.

Y es que somos tantos, que sin pretenderlo somos necios.