23 de junio de 2012

El tour



Sucedió así; yo pensaba que ya no tenía más sonrisas que cederle a tu piel imperfecta, ni más poemas que escribirle a la falsedad de tus angustias, pero sucumbí al verte; estabas tan reluciente que no supe si tuve miedo o sufrí un golpe seco en la retina, tan adentro que empecé a sangrar como aquellas veces.

La imaginación se quiso perpetuar en el recuerdo de nuestros aniversarios, el pulso se me volvió loco por el aroma de tus años con el del café y el caramelo, como si la memoria hubiese despertado después de veintisiete lunas.
Te encontré tan rosa que no supe si salir corriendo o volverme a enamorar, querer darle otra oportunidad a nuestras manos de amasarse, volar de nuevo por el cosmos y hacernos víctimas del placer vulgar que acontece con el intestino invadido y hecho trizas.

Como nunca me sentí tan vivo, y como siempre quise golpear tus dientes con los míos, decirle a tu abdomen dividido que todo va a estar bien, que a mí me encanta tu Amazonas. Pero no sabía ya si la realidad debía volverse a acostar con las ideas. No sabía ya si tus ríos debían volver a llenarse de nutrias, si mis poemas debían volver a hablar de ti, si nuestros cuerpos debían volver a confundirse.

No supe si querías que tus secretos volvieran a ser míos, de nosotros, de nuestros múltiples encuentros adormecidos, de nuestros múltiples mundos inventados.

No supe si las horas del reencuentro fueron años entrañados o si fueron daños exaltados.

Mamá, creo que ayer volví a hacer el amor. 

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