
Así desnudo al mundo sin las manos, con los dedos voy tocando historias de ultramar y tramas de aspirinas venenosas; venereas circunstancias, venerable espiga del destierro.
Allá donde me imprimo en los rincones, escondo los pulpejos golpeando las aristas del azul escondrijo. Ya ni los gatos se asoman al caer moradas las mañanas. Ni nos arañan con su mañas malolientes. Ni nos muerden las arañas. Ni nos ciegan las lagañas.
Ñáñaras de aserrín, allá donde reinvento los glaciares, lejos del occidente accidentándose contra el precipicio. Allá se desploma en código la azotea desde el oxígeno, y respiran con furia de azafrán los azulejos en la sala, con el miedo de la combustión abstracta.
Extractos de aceitunas allá donde se descubren los arrecifes adulterando al tiempo; ya no somos tan sensibles como los elefantes.
Infantes que anteponen a los sapos del estanque, croac croac van sus pesadillas dibujando tras de sí el tornasol desconsuelo.
Suelos verdes, llenos de maíz y paranoía, cohetes contrapuestos al oriente, desorientando la ética de las ventanas estáticas en los muros derrumbables de la estética.
Sin querer desnudo al mundo, y lo reinvento cada noche cuando los ojos ya no pueden orbitar la tierra por cansinas, como astros ardiendo en el futuro.
¡Bah! Largo ya por los libros y las mujerzuelas, que al cabo son efímeras.
Ya es de noche y nos llama la avenida, con su llama irreprochable.
Y se agotan los sentidos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario