
No voy a temer si el fuego se termina. Debemos ser sinceros y actuar a pesar del miedo; sólo así nacen los valientes, a quienes ni la más angustiosa de las necedades carcome la espiga que está clavada en la más vital de las organelas.
Y es que quiero esconderme en ti de la ignominia, secuestrar la serenidad que huye a prisa cada vez que intento crear una línea recta entre tu mirada y la mía, lenta, pero sentenciosa y corta, lo más corta posible, para saborear a través de tu boca lo que se fermeta por debajo de tu piel; quiero refugiarme en ella, sentirla vestidura, vasta y eterna, pero siempre libre.
Que si el aliento se me agota, que si se me compromete la vejiga, que si se terminan las ciruelas, ¿qué mas da si sucede contigo, mientras formo parte de tu camino, si vamos por la carretera a oscuras?
Solía tener las manos llenas de secretos, cansadas de escribir una historia interminable, pero me encontró la decepción al entender que todo lo bueno tiene más finales que principios.
Por eso no pretendo evitar los puntos finales, sino aplazarlos a tu lado, llenar de comas los libretos y de incontables signos de admiración después de los suspiros.
Y es que el resto del camino está escrito en ti, en tus ataduras queriendo ser libres, en las manzanas del comedor, en los bigotes de los gatos, en tu aliento, en los saleros vacíos, en el sosiego que encuentro cada vez que compartimos la emoción por la más absurda de las pequeñeces.
Lo sabe el mar, lo saben las calabazas, lo sabe la música, el cuerpo trémulo, la costra de tus piernas, lo sabe septiembre, lo saben los caracoles y el anís, la poesía que intento escribirte sin resultar en una porquería, el viento olvidado, lo saben el alcohol y los cigarros, el romance de los ciegos que no sienten la rabia de no ver, porque pueden tocarse y saborearse enteros con los sentidos exaltados, lo saben los muros que derribo al sentirte lejos, mi desnudez por la calle que disfraza la desesperación en mis pulmones.
Lo saben también los fantasmas que nos respiran por debajo de las rocas y lo sabe la música en la voz de tus colores.
Si, ya debe estar escrito, pero no te has dado cuenta; es tan real como toda la pasión acumulada que quiero regalarte, como el reto de ganarme tu corazón, como las ganas de enseñarte a que saben mis manías, como la risa de este hombre ansioso y cansado de esperar por andar el resto del camino que está escrito en ti.
Sólo así dejaré de temer si el fuego se termina y podré liberarme para siempre de mí mismo.
Y hacer del caos, nuevos mundos.
Sinceramente,
Miguel
No hay comentarios.:
Publicar un comentario