2 de septiembre de 2011

@BUS3(d)

Estoy intentando convencerme que ahogar un sentimiento no es lo peor que se le puede hacer al corazón. Será una estrategia enfermiza, hiriente tal vez, pero aún así estoy intentando convencerme de ello, a pesar de su martirio.
Es una traición a uno mismo, un despalpitar, el soplo limitado.
Una muerte breve, un fulgor enmohecido que al llenarse de agua puede que nos deje ciegos. Un abuso a las entrañas.
Cada día es necesario morir un poco, no en el sentido de descomponer la piel, porque nos volvemos irreversibles, sino para darnos una idea de como es el cielo.
¿Aunque cual sentido tiene si también nosotros somos breves?
Últimamente he intentado adivinar como llegar al cielo sin tener que pasar por un periodo de descomposición y engusanamiento, sin formar parte del ciclo del carbono.
Y es por eso que creo en la necesidad de despalpitar a diario un poco el corazón, de traicionarle el soplo, una traición única y justa, de menguar sus adentros cada vez, para luego poder alojar en él cosas nuevas. Creo en el dejar ir y olvidar para siempre, pero también creo en los hasta luegos.
Y si soy repetitivo es porque intento ser un poco menos breve.
Entonces nos quedamos callados, a la espera del perdón universal.
Este es un patético mirar hacia atrás, otro desvelo, una amenaza a la cordura, una bofetada al arte, pero tan sincero que me estoy muriendo de risa.
Sigo intentando convencerme de todo esto.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario