19 de marzo de 2011

Todos y cada uno de aquellos días

Quiero atar de las manos a este consuelo… que no huya por la puerta a tropiezos tristes, despavorido; que asfixiante la cuerda que nos roba la libertad, el panorama infinito que atraviesa las pupilas, suavemente liberando el alma, esta alma vaga que atraviesa las paredes.

Y es que de pronto soy crónico en el porvenir de tus amaneceres.

Caigo de bruces en el claroscuro cielo de los tiempos, muriendo incontables veces y renaciendo unas tantas, me sangra la nariz, se desmayan los manzanos.

Ya no quiero decepcionarme de la lluvia que no cae en enero, ni de tu cuerpo lampiño, tampoco de las semillas ni de la fantasía de los unicornios, menos de la confusión que nos provoca la merienda devastada.

Vamos a darle tiempo al tiempo de pausarse; agudízate en mis pensamientos y recojamos poco a poco las naranjas que hayan caído después del temblor en marte y del agitar violento del océano.

Pero nunca, nunca vayas a dejar a este hombre sin la dulce agonía que acontece en lo grácil de tu mirada cada vez que al tocarte colapsa al universo. El priapismo y la asfixia.

Y así florecen los infames desiertos, inflamándose.

1 comentario:

  1. me encantaa!!!
    y pues ammmm lo confensee haha lo que tenia que decir de lo que escribes te lo dije "personalmente" hahaha...
    esperare el siguiente hehe :)

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