Anocheció con una renuncia. “Yo ya no escribo” escribí.
Luego de ocho años de vivir de letras, hoy admití mi fecha de caducidad.
No me retiro con un Nobel, con un Xavier, con un Jaime, con un García.
Me retiro con el reconocimiento de algunos amigos,
con la admiración de mi hermana, con un par de aplausos de café.
Escribir es inherente a momo, dijo alguien el día de hoy, hace minutos.
Yo ya no sé. Ya no siento nada nuevo, ya me canse.
Mañana es la feria del libro y todos se enlistaron sin piedad
en la lista de lecturas en atril, yo ya no puedo, ya lo olvide.
Yo voy a fumar, a verlos leer, a aplaudirles, a emocionarme.
Voy a llorar por mi poco agraciada trayectoria. Eso me basta.
Hice lo que quise cuando pude. Le llame puta a la abuela, a dios, a la diabetes.
Me enamore de fantasmas, canonice al cáncer, al insomnio, a todo lo de siempre.
Hice del diario un dibujo hermoso, acaricie los senos del cotidiano,
seduje a la virgen de la desgracia, le pinte bigotes de espuma a la divina costumbre.
Esa gran equivocación.
Sucede que olvide como echar fuera la sal. Olvide como las teclas me estimulaban la neura.
Yo ya no escribo, no. Yo ya no sé.
Habrá que volver a los inicios, en que una piedra era solo piedra,
sin muertes naturales, sin asfixias.
Vamos a explorar mis nuevas sensaciones primitivas,
comer, dormir, cagar, copular. Ver televisión.
Elegí la noche más común de todas para admitir que no estoy imantada.
Que las letras ya no alteran su gravedad para girar en torno de la mía.
Me retiro metida en un montón de puntos y comas que no sé dónde poner,
en un diluvio de acentos que no poseen olor, bañada en palabras sin color,
sin textura, sin orgasmos.
(Y así fue como el día de hoy, aprendí a contarme las mentiras. )
No se cansa de lo que no se ha vivido, solo pensar puede fastidiar, hacer y ser, nos valora como seres humanos, deambular no es propio de la inteligencia y sensatez, es.....sentirse derrotado sin haber empezado.
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