24 de octubre de 2010

HACE MÁS FRÍO EN NEPAL

Confabulan los rincones de la hoja y bailan con el frío de octubre. Pero hace más frío en Nepal.
Es la mísera cacofonía una similitud del viento duro, alegoría de los instantes que confluyen a un todo prolongado, a un todo que termina al morirse el brote impío del laúd, al romper cualquier momento absurdo en algo que apenas va empezando. Pero no hay absurdos en Nepal.
Como rasguñar la espalda impura de las putas, como lacerarle el cuello a una madre para arrebatarle a su bebé, voy vistiendo con franela el frío de las armas de marfil; se construyen mundos que las armas truenan, que las arman mueren, que los arman otros para luego desarmarlos y entonces, desamar. Pero no hay mundos ni putas en Nepal.
Y es que amar sin mar no es amor, porque desamar el mundo es volver las islas indescifrables.
Más bien, inexistentes.
Más bien, montañas de nada erguidas en la nada de un mar en el que no se nada. ¿Pero quién soy yo, si no sé nada, más que un mar invisible no se toca ni se bebe, y menos moja? Ni envenena el hueso ni lo azufra. Amaneció, y el frío huido prestó quietud a aquella hoja en sus rincones, ya había reblandecido el frío, desfabulado sus rincones y gozado las fibras verdes de la yarda.
El marfil se había ido volando a Nepal.
¿Y mis ojos? Ellos se abrieron bruscos cuando desperté, y el mar seguía donde siempre había estado.
Pero que tristeza me dio saber que Nepal jamás conocerá el mar.

1 comentario:

  1. Pero que tristeza me dio saber que Nepal jamás conocerá el mar.

    A veces se encuentran cosas maravillosas por la red! Me encantó leer tu escrito y pasear por tu rincón, así que me quedo acá.

    Un saludo,

    Clara

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