22 de junio de 2010

Poema desesperado No. 2

No quiero dejar a este calor marchitárseme de pronto; vamos, permítele un compás al vientre corrugado.

La sin piel evapora el deshielo entristecido; vamos, sécale las lágrimas al tiempo encapsulado. Ayer las aguas de Mona Lisa se vertieron en las vertientes de los vientres venideros, se vinieron, se fueron, regresaron y protestaron por todas las vertientes, por los viernes de sin fiesta, por las fiestas de sin viernes, por las siestas de los viernes.

Y perdón si soy abstracto, pero se que tú me entiendes, y perdón si soy blasfemo, pero se que no te importa, y perdón si perduro en la osadía de las manos enloquecidas, con la ausencia de lo inerte, con la pútrida imaginación de los viernes idos.

Perdón, esta vez, si soy falacia.

Dejó de conmoverme la desgracia de tus días, el llanto de tus músculos traumáticos, el edema de tus labios universales.

Ni siquiera tu destierro, ni siquiera el matricidio que deseas.

Puedo perdonar a los santos de su exilio, puedo empezar a viajar en el tiempo y aparecerme desnudo en tus épocas ilustres, puedo curar la herida de tus ojos mudos y rellenar el abismo ante el que eres péndulo, pero no puedo volver a enamorarme de tu piel siniestra, ni de tu voz poema, ni de tu cara lienzo, aunque extrañe nerviosamente y con locura las noches donde fuimos uno, donde fuimos dos, donde fuimos varios, donde fuimos cientos, donde fuimos todo.

Perdón, no quería dejar a este calor marchitárseme de pronto.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario