
No quiero dejar a este calor marchitárseme de pronto; vamos, permítele un compás al vientre corrugado.
La sin piel evapora el deshielo entristecido; vamos, sécale las lágrimas al tiempo encapsulado.
Y perdón si soy abstracto, pero se que tú me entiendes, y perdón si soy blasfemo, pero se que no te importa, y perdón si perduro en la osadía de las manos enloquecidas, con la ausencia de lo inerte, con la pútrida imaginación de los viernes idos.
Perdón, esta vez, si soy falacia.
Dejó de conmoverme la desgracia de tus días, el llanto de tus músculos traumáticos, el edema de tus labios universales.
Ni siquiera tu destierro, ni siquiera el matricidio que deseas.
Perdón, no quería dejar a este calor marchitárseme de pronto.
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