
¿Y a dónde van, entonces, las angustias que se escapan?
No se acaban, no se mueren, no conmueven. Este amor pequeño crece, florece, se estremece, no desciende; amor baraja. Estas manos se reflejan en la noche de las tuyas y en tu voz saliva, ocasión saliva, la tez saliva, la tez oliva, en la vida, en la muerte circunscrita y abrazada en el espejo, en el abismo donde ella se enamora y prostituye su infortunio. Donde pierde la guerra, pero gana la batalla.
El amor, como la angustia, la voz, como la tez, la vida con saliva, no se agota, ni en sus gotas, ni en sus gatos. Ni a gatas en la vid.
Quiero cercenar lo eterno de tus manos frías, porque a pesar de ser sin carne, no dejan de ser las manos que siempre me palparon y me amaron con locura.
Me gustan porque son atemporales como el amor, como la vida.
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