22 de abril de 2010

La tarde me hizo enloquecer.

Tengo la piel pegada al aire. Dolorosamente. Me cansa respirar, el ayuno, las piernas, el brillo de las ventanas, el maullar de los gatos. Ayer me sentí tan mal de veras que abandone el presagio de la noche y me mude a dormir. El hambre, los nervios, el miedo. Nada roba el sueño mejor que los nervios. El sucio paraíso del sueño, mojado por la incrédula alarma de la desesperación. Si he de vivir de insomnio, he de morir de el. Vomito con el acido aroma de mi mezquina habitación, me mezclo con las párvulas ilusiones recién nacidas, me enredo con la verdad, me baño con espuma de anhedonia, me dejo tocar por las manos asquerosas del vicio, seduzco las entrañas del suelo, quemo las paredes, me aferro a mi vientre, quiebro el sonido, aprieto los dientes, enmudezco. Convulsiono, grito, me enojo, me consuelo. Si he de vivir de insomnio. He de morir de el.

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