
Aguaceros. Un par de aguaceros distintos, absurdos, casi coloquiales.
Mojan la tierra, me mojan las pestañas, evaporan el aire, se consuelan.
Crece la minúscula angustia de tu recuerdo manchado,
dibujo por debajo de mis parpados tus vestidos viejos,
tu frente marchita, tus manos quebradas, tu devoción a la virgen,
tu diabetes pendeja.
Dibujo tus cumpleaños en el antes, en el nunca.
Cuando no te prostituías con la muerte,
Cuando no celebrabas orgias enmohecidas con el polvo y la ceniza.
Y esa canción que tanto te gustaba
comienza a hablarme, me desnuda, me pervierte,
me moja, me muerde, me asfixia, me abre las piernas,
me abusa los rincones, me deshace los músculos, me revuelca en tu
polvo.
Voy a prostituirme con tus demonios, a revivirlos,
a darles cuerda de ánima voluptuosa,
voy a meterme a la boca el falo de tu hedónica miseria,
voy a lamer tus devociones,
voy a sacrificar tu imagen inmediata.
Y vas a dejarme llorar como una niña,
y vas a venir a abrazarme como la anciana muerta que eres.
Y vamos a diluir el mustio enjambre de mentiras paternas,
vamos a besar la vagina trágica e infantil de tu ausencia.
Voy a terminar llorando sola, dibujándote sin recordar como eras,
blasfemando con tu fantasma que apenas y ha de acordarse de mi.
Hoy voy a decirte puta, porque es la palabra más tierna que conozco.
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