26 de enero de 2010

ELECTROSHOCKS

Quería que este fuera un poema amarillo, pero no lo pude imaginar. Iba a ser tan grande que no habría cabido en el cielo y nos habría aplastado una y otra vez en sus intentos desesperados por volver. También habría sido tan luminoso que nos habría dejado ciegos.

Si, quería que este fuera un poema amarillo, grande y erizado, de relámpagos y de estrepitosos aires, de violencia rentada, de desastre hedónico en descargas convulsivas y constantes a las médulas erectas y a sus corpúsculos concluyentes.

Quería dibujarte con saliva en las fronteras de mi cuerpo y amarrarte por los muslos para dejarte en el asfalto; a medio vivir, a medio pensar. Quería escondernos en el callejón aquel y contenerte sobre la basura, hacerte el amor violentamente delicado, siete veces, en colores, desprenderte cuidadosamente cada una de las pestañas y hacerte pedir a gritos que te desgarre la piel con la sutileza de mis uñas, arrancarte la lengua, extirparte el orgasmo desde las entrañas y perder tu juicio dando vueltas al revés y con la espalda.

Si te olvido, el mundo colapsa y ya no soy.

Si te pierdo, huye la parvada al invierno gris; y se suicida desesperada.

Si te encuentro, el cielo se pinta de acuarela y llueve amarillo sobre los contornos.

Sí, nos convertimos en siluetas al consumirnos la electricidad del cielo confundido (impertinente rayo del Olimpo).

Al final todo fue amarillo.

Y ya no quedan más renglones.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario