16 de octubre de 2010

FIBROMIALGIA

Pánico, amargura de sedal cerrándome la boca, atrapando el intestino, conservando el ángulo roto de mis piernas aterciopeladas.

A solas en la estancia, inquietud perenne camuflada de los tristes verdes, cansino estridor de la niña que tiene la cabeza llena de agua. Quería enseñarte la suavidad de mis cabellos, amarrarte con ellos la pena que despacio va tragándose la risa de tus años.

Ahogar en clavos, tus dedos de cemento, rellenar con asteroides el espacio en tu cordura, exprimirte el miedo, rasurarte la médula con las espinas de mi lengua. Es todo lo que hago.

Ya no puedes seguir amando el recuerdo de sus músculos asfixiándote la espalda, la cara, el esqueleto, el fenotipo de tu desesperada imaginación. Es todo lo que haces.

El sexo de tu vientre, la perversión de tu ácida sonrisa. Muérdete las uñas, pégale al tiempo en la frente y márcale ahí las manos, inflama el ego de tus gatos, saborea la miel que escurre de lo eterno cuando atardece en la pradera.

Olvida la nostalgia de lo que nunca sucedió, ya no extrañes lo inexistente, ni la humedad de los besos que dejó de darte.

Mejor quédate a mi lado, aquí, te presto mi calor, quiero demostrarte cuán real soy, abrázate a mis piernas, dibuja tu pornografía en mi garganta, agrédeme la conciencia, fractúrame la vida, sálame el pulso, explótame, llévame al cielo, conquístame el país que existe sobre mi piel.

Quédate aquí, a mi lado, porque en este momento tan solo existo yo. Esta vez, mi aliento es real.

Ámame completo, de célula a célula, cada fibra, la sangre entera, todo el palpitar, cada remolino en los pulmones…

Tan solo quiero que me ayudes a olvidar que no viviré para siempre.

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