17 de agosto de 2010

DELIRIO NOSOCOMIAL No. 1

Porque me encuentro en la deriva de los tiempos, con la piel envolviéndome un alma que lucha por escapar y fundirse en los vientos del oeste, centrifugo con violencia el recuerdo de un adiós que jamás terminó de ser escrito. También me encuentro en un palacio con rostros que miran a los cuatro puntos cardinales y por eso me excedo en el acto instintivo de licuar las piedras y desmoronar la nostalgia como a ellas; una tragedia inusual, así es como me andan sabiendo ahora las manías.
Y éramos tu y yo la marea y el cardumen, una parvada en medio de la tormenta, un jamás que se dijo en sílabas al infinito. Voy a alborotarme las intrigas una vez más, a dejar de palpitarme las arterias para demostrar que estaba vivo, porque ya no pueden mis ansias seguir vertidas en un cuerpo que hace mucho dejó de estimularse por el frío. Y es que éramos el viento y la mañana, éramos los libros y la historia. Una idea carente de matices.
Pero y si al despertar consigo arrancarme en sincronía esta putrefacción que aún no llega, pero que se avecina con violencia, tal vez aún me quede la ilusión de ser tus pasos en tu andar, tu camino, el eterno amanecer a tus ojos dormilones.
Y es que ya no encuentro el camino a donde comenzamos este viaje tan perverso. Así es, me gusta escribir poemas en los pasillos.
Creo que va siendo hora de congestionarme los pulmones con la furia de tus manos transpirándome los poros. Sin querer extraño tu violencia.
Ya me voy, porque volvió a enamorarse la perversión de la canela.

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