Este bebé es de menstruación y esperma.
De cerveza caliente, de limones agrios,
de mujeres que despiertan adoloridas.
Es hijo del frio escueto de las calles, de la madrugada y de la sal,
de los cuerpos sudorosos que se arrancan la carne en la autopista,
de esa niña que llora con el himen roto,
del esmegma podrido de su progenitor.
Es hijo del cáncer de las conciencias deformes,
de la risa impúdica, de la entrega farsante de la saliva.
Vive en las axilas calientes de las mujerzuelas,
en los dedos de las iglesias, en el cuello demócrata de la ciudad.
Este bebé encubre el espectáculo inmoral de la miseria,
sonroja la impertinente fuga de ideales memorables,
disfraza el cuerpo corrompido de placeres fracasados.
Este bebé cubre las grietas, sofoca los gemidos,
escribe turbulencias en su propia piel.
Masturba la carencia de coraje, la ausencia de perdón,
el lánguido sentido de la dignidad perdida.
Cuando crezca será la prostituta del mundo y solo sabrá llorar y arrepentirse.

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