
Así, con la luz muerta, me revuelco en las garras de la ausencia inerte, la que aún se advierte tangible y apática. Hepática. Conjugar la bilis no me satisfizo el aire del ayer perdido, el ayer de los quinientos pelos; los que hicieron bolo en mi garganta muda.
Ya no quedan más delirios, ya no queda más chocolate que verterme en las comisuras de los labios. Aquí las sábanas se enfrían de miedo y cobran vida con el vaho de las mañanas que el gato exhala, que sopla, que respira. Aquí las manías pierden la razón de sus historias enjauladas, las jaurías se castran a mordidas la angustiante ignominia de la castidad turbada. Masturbada osadía.
Y así, con la luz muerta, con la asfixia de la noche muda, desfilan mis locuras incontables, las prohibidas, las azoadas con la insuficiencia de los riñones, las marchitas, las groseras, las que romas mutilan epitelios yertos. Las que se entrañan en mis cavidades sucias.
Ya no quedan más historias que contar a los niños.
Pero… ¿y si de pronto derribara los muros e hiciera trizas la banqueta?
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