5 de enero de 2010

CONTRARROMANTICO

¿Y si de pronto derribara los muros e hiciera trizas la banqueta?

Correría desnuda por las calles desoladas, caos del universo que acecha con su espontáneo desaparecer.

Se volvería ácida y fugaz, una gama infinita de descargas epilépticas, de desórdenes mentales que suicidan la piel vertida y pervertida como lacas rojas en el himen de la tierra prometida.

Con morfina se desvela en sueño, paradójico, y por la mañana se desnuda insoportablemente excitada, luego deprime al infortunio, luego comprende la mentira de los besos robados; quiere otras manos, otro vientre, quiere otras piernas, otro falo, quiere hacerse de fijaciones enfermizas, de parafílicos placeres, quiere ser trémula, quiere crepitar al pisar el suelo.

Rojo, azul, violáceo, amarillo, verde, holograma que refleja el agobiado respirar del momento magullado, exhalar en pulsos rítmicos, orgasmos pagados en efectivo, ¿y sus carnes? Sus carnes parecen carnes de muertos.

Y se da el amor, de seda el amor, cede el amor, la sede el amor, cedo el amor, si da el amor, con SIDA el amor, ceba el amor, se va el amor.

Se dió un tiro en la cabeza el amor y lúgubre el amor cedió, de mil colores desparramados sobre las calles grises.

¿Y si de pronto derribara los muros e hiciera trizas la banqueta?

Pues decidiría volverse idea, formulada en sus percepciones, codificada hacia el abismo desde la azotea. Pues decidiría volverse vana, una mentira hecha ley, a contrapunto con la dirección espiralada que siguen los andares carroñeros.

Decidiría, pues, volverse tacto y llorarle a las montañas sin pista de cómo hacerlo, verlas estremecer de frío, verlas sucumbir a millones de granos de arena.

Finalmente pisó más allá de la azotea, y tras una caída tan larga que le hizo olvidar la gravedad, no supo si sus ojos quedaron abiertos o cerrados, y jamás lo iba a saber.

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